La población femenina conoce de sobra ciertas patologías que suelen ser frecuentes, se hable de ellas o no, se consulten o no, como la incontinencia urinaria o la disfunción sexual.
La población femenina conoce de sobra ciertas patologías que suelen ser frecuentes, se hable de ellas o no, se consulten o no, como la incontinencia urinaria o la disfunción sexual.
Pero existen muchas otras bastante comunes y, a la vez, desconocidas, a las que se les puede hacer frente, como el síndrome de la vejiga dolorosa o cistitis intersticial.
Las enfermedades inflamatorias de la vejiga, o las cistopatías inflamatorias, son procesos de gran repercusión en la vida de la mujer, tanto por su frecuencia como por su impacto en la vida diaria de la paciente. Entre ellas, la cistitis intersticial tiene especial relevancia por ser un proceso de muy difícil diagnóstico y tratamiento. El general, se denomina así a un cuadro caracterizado por aumento en la frecuencia al orinar, de día y de noche, con urgencia y dolor pélvico a la distensión vesical.
Es una enfermedad crónica de causa desconocida. Agrupa una gran cantidad de síntomas aunque, por lo general, las pacientes suelen tener en común una historia previa de múltiples consultas médicas por supuestas infecciones urinarias, dolor y malestar en la pelvis con el llenado de la vejiga que les obliga a orinar con una insoportable frecuencia, durante el día y la noche, tras lo cual notan una leve sensación de mejoría.
En la cistitis intersticial o «síndrome de la vejiga dolorosa», como así la denomina la International Continence Society, el síntoma más relevante de la enfermedad es el dolor, intenso, absolutamente incapacitante y remitente a todo tratamiento. Es un proceso de difícil diagnóstico porque no tiene marcadores diagnósticos específicos, no hay datos analíticos que nos indiquen su presencia, ni tan siquiera hay un consenso en los mismos de la anatomía patológica que nos podrían llevar a un dictamen preciso en estos casos. Su diagnóstico se alcanza, por tanto, por exclusión de otros procesos más específicos.
Dado su gran impacto en la calidad de vida de las pacientes, es una enfermedad que siempre debemos tener en mente a la hora de evaluar a las pacientes que consultan por frecuencia miccional aumentada y dolor pélvico. Incluso, podría ser importante valorar la relevancia de preguntar a nuestras pacientes por este tipo de síntomas cuando acudan a consulta, dado que muchas de ellas no los comunican.
La buena noticia para nuestras pacientes es que, en la actualidad, disponemos de tratamientos médicos, específicos, como son la distensión vesical, la infiltración vesical con toxina botulínica y el tratamiento intravesical con ácido hialurónico, entre otros, que pueden ayudar a mitigar su dolencia, aumentar su calidad de vida, reducir el dolor y los síntomas. Pero ante todo necesitamos comunicar a la población femenina la necesidad urgente de consultar este tipo de problemas. Porque en ellas es esencial el diagnóstico precoz de la enfermedad. Sabemos que, actualmente, éste puede suponer un reto para los especialistas y por este motivo es importante considerar su presencia ante los síntomas detallados, porque su dictamen temprano es clave para minimizar la gravedad y la progresión del síndrome en la mayoría de las pacientes.
Fuente: madridesnoticia.es